sábado, 6 de junio de 2009

Como una perra




A cuatro patas, como un animalito indefenso. Toda mi sexualidad expuesta sin más, para que tú o quien tú decidas, tenga un facil y cómodo acceso. Decides castigarme. Y deseas, además, que el castigo sea lento y progresivo. Empezarás por unos azotes con el látigo de colas, que van dando color a mi espalda, a mi culo, a mi coño y a mis tetas. Te tomas tu tiempo calentandome, en todos los sentidos; y te detienes en mi culo. Va a ser el centro del castigo de hoy.
Como debo ser adistrada en la quietud y el silencio, introduces una pequeña polla ni boca, a modo de mordaza, que se cierra en mi nuca y tensa las comisuras de mis labios, de un modo ligeramente doloroso: con el paso del tiempo, será bastante duro de soportar. Pero hoy, no te importa demasiado. Debes enseñarme a obedecerte. Mantener mi vida puesta en tí, en todos sus instantes. Mi anhelo es mirarte con la pasión de la obediencia ciega; es pertenecerte con ese sesgo que da la realidad de las cosas, el sentir que nunca olvidas que soy tu esclava y así me lo demuestras. Como algo natural. Tan natural que hace que puedas estar disertando con personas totalmente ajenas a nuestra forma de vivir mientras compruebas que he cumplido la orden de llevar puesto toda la mañana el plug en culo, y le das un empujón discreto para que se me adentre, empalándome un poco más si cabe.
Me miras. Observas con atención tu obra: todavía quedan "huecos" que llenar. Así que introduces ante mí dos plugs de los más grandes que tenemos en los dos orificios del arnés de castigo. Quedan apuntando mi cuerpo, amenazantes, dispuestos a perderse en mis orificios a golpe de tu impulso fiero, severo, y permanecer allí, cómodamente instalados y a salvo de "caidas" por la presión de las correas del arnés, fijas en mi entrepierna y en mi cintura. La sensación de estar llena me supera y comienzo a sentir un calor reconocible en mi coño, al mismot tiempo que estalla en breves palpitaciones. Y percibo en ese mismo instante, la punzada del deseo. Quiero follar.
Aprovechas que estoy mojada para ahorrarte lubricante. Quieres que sienta un poco de dolor cuando introduces los dos plugs y aprietas las correas del arnés.
Buscas en las bolsas en las que guardas tus juguetes y encuentras algunas pinzas, que colocas sin miramientos en mis pezones y en los labios de mi coño, algo hinchados ya por la presión del arnés.
Sujetas mi pelo y me obligas a mirarte. Creo que me ves preciosa. Sometida, humillada. Por tí. Para tí. Tal y como tú has deseado.
Te detienes unos instantes que me parecen eternos y después vuelves tu cuerpo para seguir buscando entre las bolsas. ¿Qué más puedes hacerme?
Puedo ver tu cuerpo de espaldas. Me excita enormemente. Y la presión del arnés adueñándose de mi recto se intensifica. Deseo correrme.
Pero las punzadas en las rodillas, que indican que debe haber pasado bastante tiempo desde que me dejaste a cuatro patas, me devuelven a un presente en el que acabas de encontrar con qué seguir castigando a tu esclava: el revenque.
Con cada golpe del revenque en el culo todo mi cuerpo se estremece. Mis pechos se mueven y las pinzas con ellos, recordándome que siguen ahí, al igual que toda mi entrepierna, agitada por todos los elementos extraños que tratan de hacer cuerpo en mis entrañas. Mi mente duda entre cerrar las piernas y sentir el dolor de las pinzas y las pollas de plástico, o abrirlas más, para ofrecerte mi culo y te resulte cómodo azotarme.
Tu voz aparece y se adueña de todo el aire, superando incluso los constantes chasquidos del revenque al caer sobre mi piel desnuda. Me recuerdas lo puta que soy. Que soy tu perra y que a las putas perras hay que tratarlas como lo que son. Y yo, que ya no puedo más, quiero llorar. Ahora deseo que me abraces, que me folles, que sigas, que pares...y todo se pierde en tí. He dejado de serme para serte. Y nada importa salvo tú. Tú y si me miras o no, Tú y el poder absoluto que tienes sobre mí. Eres Dios.
Querría decírtelo pero tengo una polla en la boca. Deseo pedirte que me hundas la polla en el culo, que quiero tu carne y tu piel marcando mi ser de puta; pareces leer en mis ojos y me quita sel arnés y las pinzas para clavar tu polla en mi culo. Siento su vaivén fiero rompiendo sus bordes y un grito se ahoga en mi garganta, preso de la odiosa mordaza. Pero es mejor que siga ahí, porque estoy demasiado excitada y en mi mente siento deseos de insultarte, de pegarte, de agotarme peleando para no rendirme a tí, que es lo que más quiero en este mundo. Desgastarme en tí en una dependencia total.
Tus palabras jadean y se entrecortan entre tus labios. Sujetas mi pelo y me obligas a levantar la cabeza para escucharlas bien, para hacerlas carne en cada una de las marcas que has dejado en mí. Soy tu perrita guarra. Soy tu puta esclava. Te obedeceré. Acataré tus órdenes con docilidad. Te pertenece mi cuerpo, te pertenece mi alma. Valeria....

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